​
Tiene un devoto afecto por la vegetación y lo que la hace posible: el agua dulce. El mar le agrada desde la costa, pero de manera alguna navegar en lo que llama “la gran salmuera” pues no tiene pie marino.
No es persona de campo pues siempre vivió en grandes ciudades, salvo en su infancia. Dado que nacido en Buenos Aires, de meses fue llevado a Comodoro Rivadavia en el año 1918, donde trabajaba su padre, funcionario de YPF, y permaneció allí hasta los 10 años, cursando tres años de la escuela primaria.
Clima patagónico durísimo, con vientos casi permanentes, falta de agua pues el petróleo se descubrió buscándola precisamente, vegetación de clima semi-árido, espinosas “matas”.
La alimentación era a base de carne de oveja y conservas. Las verduras y frutas frescas casi desconocidas, pues llegaban desde Buenos Aires en los buques petroleros, uno cada diez días, que no poseían cámaras frigoríficas.
Su padre, con espíritu europeo, trataba de cultivar árboles frutales y una huerta, siendo Romeo el responsable de su parsimonioso riego. Lo único que se logró producir fue un poco de perejil que su madre colocaba en pequeños floreros para que hubiese algo verde en la casa.
El subconsciente de amor por el agua, posiblemente haya sido determinante en su carrera profesional. Así, se especializó en hidráulica, sus primeros trabajos fueron obras de provisión de agua a varias ciudades de Entre Ríos, luego Jefe de Purificación y Mantenimiento en el Establecimiento San Martín de Obras Sanitarias en Palermo, Capital Federal, e inclusive sus tareas de Investigación en el MIT, Instituto Tecnológico de Massachussets de Boston, Estados Unidos, fueron sobre corrosión de tuberías de acero para agua potable y su modelo operativo estaba en el Laboratorio del Departamento de Ingeniería Sanitaria de ese instituto.
En los varios años que residió en Europa, también se ocupó del tema del agua potable. Por ejemplo, estuvo varias veces en Argelia, para estudiar las obras de suministro de agua a Orán. Entendió muy bien la veneración de los habitantes del norte de África por el agua, cuya abundancia forma parte del Paraíso Islámico.
Romeo siempre tuvo un gran sentido ecológico pero sin llegar al exceso, pues piensa, como dice un anónimo español “La exageración es la retórica de los entendimientos débiles y la lógica de los falsos talentos”
Por ejemplo, es natural que se tenga que cortar árboles para cubrir necesidades de la vida de la especie humana, pero en forma gradual y plantando dos en su lugar.
Su interés por la ecología le hizo impulsar el plan de huertas domiciliarias, que la Organización Techint realiza en todo el país y que le dio la satisfacción de ver las mismas en Comodoro Rivadavia con un sistema de invernaderos y agua de un acueducto desde el lago Muster, crear con la Dirección de Parques Nacionales la Reserva Otamendi en Campana, en la que se introdujo la producción de especies autóctonas en invernaderos, la forestación urbana en las ciudades de Campana y Zárate, cultivos en las escuelas y otras. La experiencia de ADOBE en Quimili Paso, Santiago del Estero le parece fascinante, pues une lo ecológico con lo económico, al brindar una fuente de recursos a los habitantes de esa zona, evitando su migración.
Pero, insiste, la acción comunitaria sana requiere tres factores:
• corazón, pues no debe ser caridad sino solidaridad.
• mente, planificación y no dejar las cosas al azar. Como decía el Ing. Agustín Rocca “no basta desear un futuro, debe hacerlo posible”.
• músculo, pues no es algo que se haga en un escritorio y con folletería.
Ad augusta per angusta!