​Los espacios protegidos apuntan a la búsqueda de una relación equilibrada entre las personas y los ambientes en los cuales viven. Una forma de encontrar maneras de satisfacer las necesidades de los habitantes, cuidando la naturaleza. En el año 2004, acercamos un espacio protegido de 30 ha, destinado a conservar y reproducir la flora y fauna del lugar: la Reserva Natural “Ing Amilcar Romeo”, con el lema de "Para que el monte vuelva a ser lo que fue".
Quimili Paso es parte de una región que sigue siendo duramente castigada por desmontes irracionales, la venta de postes y de carbón. La Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Santiago del Estero (UNSE), a través del INSIMA, Instituto de Silvicultura y Manejo de bosques, realiza allí estudios de biodiversidad.
Por el grado de regeneración espontánea que se viene produciendo en los últimos años, se considera a la Reserva “Ing. Amilcar Romeo”, un banco genético del árido.
Un vivero de plantas nativas es un lugar con la infraestructura necesaria para la producción de plantas. El vivero es un lugar de paso al que llegan tanto plántulas como semillas y que permanecen allí hasta que las plantas están listas para ser llevadas al campo o al bosque.
Sobre la Ruta Provincial 92, en el paraje Quimili Paso, (Salavina-Santiago del Estero-Argentina) instalamos un vivero que apunta a ser sustentable. Su actividad se centra en el cultivo de árboles nativos y otros que pueden utilizarse como reparo, como cortina o como ornamentación. Contamos con un banco de semillas y uno de hierbas nativas. También, con una importante colección de cactus, especialmente nativos. Los responsables del vivero son capacitados por docentes de la Facultad de Ciencias Forestales de la UNSE quienes también realizan la supervisión técnica del mismo. Las estructuras metálicas que iniciaron las instalaciones fueron donadas por Campana Verde, un Programa de la empresa SIDERCA.
En el lugar se ha construido una casa estilo campo en la cual funciona una oficina de informes y administración del vivero, el depósito de semillas y un banco de hierbas nativas. También allí esperamos construir un “Centro de interpretación” de la Reserva Natural “Ing. Amilcar Romeo”. Esperamos que el predio funcione también como lugar de reunión y difusión de las actividades tradicionales de los pobladores.
PLANTA NATIVAS
Los pobladores del monte tienen un ancestral conocimiento de los poderes de las plantas: desde siempre las han utilizado de diferentes formas: el teñido de lanas para la confección de textiles y el uso medicinal, son las principales. La riqueza del ambiente, y de la cultura que en él se desarrolla, encuentra una forma más de expresión en la inmensa variedad de hierbas nativas a las cuales se le adjudican propiedades medicinales:
“Se hace un té de hierbas con el caramelo de azúcar” – recomiendan los conocedores- “siempre los yuyos se hacen con azúcar quemada. El azúcar cruda no es buena decían los de antes”. En Adobe trabajamos en la sistematización de estos saberes ancestrales y en la conservación de las hierbas que los originan.
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Los cactus son originarios del continente Americano y cuentan con 300.000 años de historia. Son planas suculentas pues los tejidos de sus hojas o ramas pueden acumular agua, de allí que sean típicos de zonas áridas. La mayoría de los cactus están cubiertos de espinas, sus hojas transformadas, ellas los protegen del calor, brindándole al tallo un poco de sombra y también de los animales. Sus formas nunca son caprichosas, son adaptaciones al medio en el cual viven. Lamentablemente, el tráfico de flora, uno de los negocios más redituables de la actualidad, los ha colocado en situación de peligro: unos ocho millones de cactus son colectados clandestinamente cada año. El monte santiagueño cuenta con una importantísima población de cactus nativos. La variedad de sus formas y tamaños brinda al paisaje su particular fisonomía: gigantes cardones que alcanzan alturas superiores a los tres metros, opuntias de diversas clases y otros, nombrados en quichua, encierran en sus nombres historias de la convivencia del poblador con su naturaleza circundante.
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En Adobe contamos con una importante colección de cactus nativos que reproducimos en el Vivero de la Ruta 92 – Quimili Paso.
Durante décadas y, en algunas zonas, aún hoy, la venta de postes para construcción, para alambrados y para durmientes junto a la fabricación de carbón vegetal ha sido la única actividad económica para los pobladores del monte seco de esta provincia. Junto a los grandes desmontes para dar lugar a la agricultura extensiva han sido las principales causas del daño ambiental que produce la desaparición de los bosques.
En Adobe trabajamos para conservar y repoblar los lugares, junto a los vecinos educamos en temas ambientales mientras generamos otras opciones de actividad económica, amigables con el ambiente y con la cultura de sus habitantes. Fuentes de riqueza, hogar de las numerosísimas especies de pájaros, proveedores de alimento, de sombra y frescura, a veces, de medicina y de colores, otras, los árboles son la piel y la esperanza de una tierra castigada por el salitre, el calor, la sequía y, muchas veces, la desolación.
El emprendimiento agricola es un espacio experimental de agricultura sustentable sin desmonte. Alli tenemos una plantación de tunas sin espinas, una de algarrobos destinados al forraje y a producir harina, pastizales para forraje y colmenas donde practicamos la apicultura.
Una fuente de riqueza local cuya producción se realiza en el marco del respeto y conservación del ambiente y la venta de los productos en el marco de la economía social.
Todo lo recaudado con las ventas se utiliza en el campo para cubrir costos de producción y reinvertir en los proyectos.
En el momento fundacional de la asociación, su vínculo con la tierra se manifestó en la elección del nombre: Adobe. El adobe es ese noble material, mezcla de tierra, pasto y agua; que alberga al habitante del monte. La sabiduría ancestral eligió el adobe para obtener refugio, calor durante las heladas del invierno y frescura durante el estío del verano. De allí que nuestra organización, dedicada a implementar acciones tendientes a crear mayores oportunidades y mejores condiciones de vida para los pobladores rurales, eligiera el nombre del material con que el campesino construye su casa: el adobe.
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En el principio, Adobe se ocupó de la tradición textil, que estaba desapareciendo. El primer edificio, plantado a la sombra de algarrobos e itines, es conocido como la “escuela celeste”. Una construcción de colores impensados que quiebra cada tanto el paisaje. La escuela de artes y oficios es celeste y roja. Un foco colorido para revitalizar tradiciones y fortalecer profesiones.
La escuela ha formado teleras de primera línea que hoy conforman el grupo de trabajo Huarmi Sachamanta. El paisaje castigado por la sequía y la depredación humana, muchas veces producto del desmonte para la venta de postes y la fabricación del carbón, dio origen a otra iniciativa de Adobe: el campo de Quimili Paso, 1800 ha de monte y 33 familias, con el objetivo general de reconstruir un paisaje y desarrollar capacidades para hacerlo sustentable. En el Vivero de la Ruta 92 se construyó un rancho criollo de más de 12 metros de frente que alberga las tareas de capacitación y administrativas que implican los proyectos de agricultura no agresiva con el paisaje.
Allí también, la Reserva “Ing. Amilcar Romeo”, más de 20 ha dedicadas a proteger el proceso natural que reconstruye el bosque seco. La reserva es actualmente un banco genético del árido argentino. La reconstrucción de la biomasa que allí se está produciendo es supervisada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Dos construcciones de adobe que acompañan las tareas y son dignas de ser destacadas: la casa de herramientas de la Reserva y la del Emprendimiento Agrícola, una plantación de tunas, olivos y otros frutales que apuntan al uso sustentable del monte.
Probablemente una construcción única por su cuidadoso diseño, sus novedosas incorporaciones para crear efectos de luz y sus históricas maderas, la Capilla de la Virgen Niña, en Quimili Paso, es el único rancho criollo de adobe con techo a dos aguas. Sus columnas principales provienen de una vieja casona de adobe de un pueblo vecino. Horcones de más de un siglo que superan los dos metros de altura. La viga principal alcanza los cuatro metros.
Las ventanas, forradas en cuero cincelado en pequeños orificios, producen variados juegos de luces naturales a lo largo del día. Puertas y ventanas de algarrobo torneadas por las manos de artesanos de la zona y bancos realizados en maderas nativas y cubiertos de textiles elaborados por las Huarmi Sachamanta.
Adobe construye con tierra, construye con los pobladores de la tierra, reconstruye la cultura de esa tierra. Adobe construye oportunidades. Se trata de un aporte a la conservación de nuestro patrimonio natural y cultural. Y se trata también de honrar a la tierra y a quienes la habitan.